Por Baltazar Medina
Licenciado en Educación Física y ex presidente del Comité Olímpico Colombiano.
La recientemente sancionada Ley del Entrenador Deportivo es, sin lugar a dudas, uno de los mayores logros del deporte colombiano en los últimos años, después de la transformación de Coldeportes en Ministerio del Deporte, por todo lo que significa, como factor de calidad para los procesos de iniciación, formación y desarrollo del talento deportivo de nuestros niños y jóvenes, segmentos poblacionales en los cuales se concentran los mayores riesgos de daños irreversibles, cuando dichas tareas se les confían a personas sin la formación técnica, metodológica y científica, como ha venido siendo la costumbre en nuestro país.
Estos viejos modelos de personas investidas de la autoridad de entrenadores deportivos, sin estar preparados para ello, no fue más que una evidencia de las carencias de nuestro medio deportivo, que esperamos, poco a poco, vaya quedando solo en el recuerdo, como una experiencia que en medio de esas limitaciones y, a pesar de todo, le dio un gran impulso al desarrollo deportivo del país. Es justo, entonces, que el medio le haga un reconocimiento a estos precursores de los avances deportivos del país, quienes aún en medio de sus limitaciones se esforzaron en hacer bien su trabajo y en cometer los menos errores posibles, y es a ellos a quienes les debemos los primeros logros internacionales del deporte colombiano.
Pero una forma de ser gratos con estas personas es, justamente, brindándoles la oportunidad de mejorar su perfil profesional, a partir de un proceso de actualización y formación permanentes, que les permitan adquirir los basamentos técnicos, metodológicos y científicos del entrenamiento deportivo, para ser más eficientes en su labor y para proteger la integridad física de los niños y jóvenes que la sociedad les confía, para que cultiven su interés por el deporte, estimulen el desarrollo de su potencial deportivo. Todo esto, en consideración a que más allá de las oportunidades que encuentre para orientar atletas hacia el alto rendimiento debe tener un compromiso claro con la función social que debe cumplir el deporte como medio que contribuye a la formación integral de niños y jóvenes y por todas las oportunidades que les brinda el deporte para construir su proyecto de vida
No es, entonces, para nada, una iniciativa excluyente, ni lesiva del derecho al trabajo, como han querido hacerla ver algunos agazapados enemigos de la Ley. Todo lo contrario: la Ley no solo es generosa en los plazos establecidos para llenar los requisitos exigidos para obtener la tarjeta de entrenador, sino que también establece la obligación de proporcionar todos los medios para que los interesados convaliden sus conocimientos y experiencias, a través del Colegio Colombiano de Entrenamiento Deportivo, el cual a su vez, debe garantizar una amplia oferta de posibilidades, combinando todas las metodologías de enseñanza posibles, a través de organizaciones profesionales y universidades que puedan ofertar micro currículos en Educación Física, Deporte y Disciplinas Afines, para completar o complementar la formación exigida para acreditarse como entrenador deportivo
Pero más que un logro, yo diría que todo esto representa un gran reto para los interesados en la reglamentación e implementación de la Ley, pues la tarea no será fácil, por lo dispersos que se encuentran todos los comprometidos en darle cumplimiento a las exigencias de esta Ley, por la falta de organizaciones gremiales o profesionales que agrupen a los entrenadores a nivel local, regional y nacional. Esta será la primera gran tarea que debe asumir el Colegio Colombiano de Entrenamiento Deportivo, a la par de la identificación de procedimientos para iniciar el proceso de convalidación de conocimientos y experiencias de los entrenadores que no están amparados por los títulos académicos que precisa la Ley
Bien recibida debe ser entonces la Ley del Entrenador Deportivo, como una garantía para la sociedad, del buen desempeño de quienes se dedican a esta actividad, como una gran oportunidad, para el mejoramiento y crecimiento profesional; como un recurso, para dignificar la tarea del entrenador deportivo, y como el inicio de un camino, que tendrá que llevarnos a mejorar las condiciones laborales para el ejercicio de la profesión y a conducir nuestro país hacia su pleno desarrollo deportivo.